Pablo Damián Grottini, el ex chofer de ataúdes de 44 años, vecino de la calle Tucumán en la ciudad de Ramallo, el hombre en la punta de los cortejos que llevó a decenas de vecinos de San Nicolás al lugar de su descanso final; fue condenado hoy lunes a prisión perpetua por matar a su mamá.
Según determinó el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de San Nicolás, tras una investigación de la fiscal María Belén Baños, Grottini envenenó a la mujer. Contaminó su suero, luego de que fuera internada de urgencia en el hospital San Felipe de San Nicolás en abril de 2022. Lo cargó con un shock de psicofármaco líquido, con una inyección en su sonda, para luego hacer un poco de teatro, y así disimular. En el proceso, también fue acusado de matar dos años antes a Germán, su hermano menor y a su hija adoptiva Ailén, de diez años, que vivía con un retraso madurativo. Ambos murieron en formas idénticas a las de la madre, llamada Teresita di Martino. Los jueces que condenaron al chofer lo absolvieron en estos dos casos por el simple beneficio de la duda. Los cuerpos de ambos fueron cremados.
Así, tras su condena, Grottini volvió a su jaula, donde lo esperaba una ironía algo obvia: el hombre que mató a su familia no tiene nadie quien lo vaya a ver. Preso en la Unidad N°3 de San Nicolás desde junio de 2022 bajo el régimen de modalidad atenuada, donde puede acceder a programas deportivos, a talleres y bibliotecas, y a encuentros con contacto físico; el homicida registró como allegados dos tíos, dos primos y un amigo. Ninguno lo visita en el penal, dijeron fuentes judiciales.
Nadie podría decir, por otra parte, o por el momento, que Grottini es un demente, un loco, no con las pericias disponibles que descartaron cualquier tipo de inimputabilidad. Está en un penal común, en un pabellón común, no en un ala psiquiátrica. Si hubiese sido condenado por los tres casos, se habría convertido en el primer asesino serial argentino del siglo XXI. ¿Mató a su madre por odio, por envidia, por aburrimiento, por plata, por maldad, por el placer de ver a un ser amado morir y sentirse su dueño? O tal vez, mató por pura oscuridad.
Por lo pronto, hay una historia que cuentan sus viejos conocidos, que habla de cierta sangre fría.
Una mañana a mediados de abril de 2022, Grottini llegó a su lugar de trabajo, la empresa funeraria Exequial Service de San Nicolás. Allí, dijo que su madre, había muerto a diez cuadras de distancia de las oficinas de su empleador, en el hospital San Felipe, a los 61 años. Pidió velarla allí.
Nadie tenía por qué sospechar. Grottini parecía un buen tipo. Trabajaba en Exequial desde 2018. Era un buen compañero, decían, un hombre plano y neutro, un básico, sin dobleces ni roces. “Muy católico”, comentó un empleado de la empresa tras la muerte de Teresita.
Sin embargo, no era particularmente cercano a quienes lo rodeaban. No hablaba tanto de su vida personal, no jugaba al fútbol con la gente de la funeraria, no iba a algún bar con ellos después del turno, o un asado de fin de semana. Iba, manejaba hasta el cementerio y se volvía a su casa. Tenía algunos chistes propios del rubro, humor negro de funebrero. “Traje el centímetro para que ya tengamos las medidas para tu cajón. Uno nunca sabe”, le marcaba Grottini a un viejo conocido, que se reía incómodo.
Así, sus compañeros en Exequial le dieron el pésame. Ya estaban habituados a dárselo. Se sorprendieron de la suerte de Grottini, un hombre marcado, tal vez, para una mala estrella.
Sus compañeros no tardaron en contar los muertos en su casa. Su hermano menor, Germán, había fallecido en 2019, un guardavidas de 32 años, sano y fuerte, que perdió la vida en cuestión de días.
Su hija Ailén, de 10 años y que vivía con un retraso madurativo, murió en julio de 2021, también en cuestión de días. No hubo una larga enfermedad en ningún caso, ninguna patología discernible, tal como la madre, pero nadie en Exequial sospechó, no de inmediato.
Los funerales de la madre y del hermano también se habían hecho en Exequial Service. Los empleados llevaron adelante la tarea enervante de velar a la hija de un compañero. Ailén y su abuela Teresita eran muy cercanas, la mujer era como su madre: vivían los tres juntos, Grottini, su hija y su mamá en la casa de la calle Tucumán. Luego, quedaron solo Teresita y Pablo Damián.
Pero a Grottini, esa madrugada de abril de 2022 en las oficinas de Exequial, se lo notaba apresurado, lejos del previsible golpe que podría sentir un hombre que se había quedado solo en el mundo. Ante sus compañeros, pidió que cremaran a Teresita en cuestión de horas en el cementerio de Villa Constitución, a 25 kilómetros de la casa velatoria.
También, solicitó que se publique un aviso fúnebre en el sitio web de la empresa. Un compañero de trabajo oyó a Grottini dictar y tipeó:
“DI MARTINO, TERESITA NOEMÍ. Q.E.P.D. «
“Su hijo: Pablo Damián Grottini”.
“Su madre: Antonia Teresa Lima”.
“Sus hermanos: Mario y Gustavo di Martino”.
“Sus hermanos políticos: Roberto José, Nelli, Olga, Graciela, Alicia”.
“Familiares y demás deudos participan a sus relaciones su fallecimiento y que sus restos serán cremados en el cementerio privado de Villa Constitución”, concluyó.
Incluso, en el aviso dio la dirección de su casa en la calle Tucumán para que vayan a darle el pésame. La veló en la parroquia Santa María, a pocas cuadras de su casa, donde era un feligrés.
Finalmente, no hubo cremación o chance de dar el pésame al hijo sin madre. Una médica del hospital San Felipe formuló una denuncia por la muerte de Teresita el sábado por la madrugada, que fue recibida por la UFI N°12 de San Nicolás, a cargo de la fiscal Baños.
El cuerpo de Teresita quedó en manos de la Justicia. Grottini conversó con la fiscal en los días posteriores, antes de su imputación. Le insistió en más de una ocasión que quería cremar a su madre. Desde ya que se lo negaron. Así, el cuerpo de la mujer enfrentó una autopsia.
El chofer de entierros también se enfrentó a otra ironía: la dirección que el chofer de coches fúnebres había publicado en el aviso le sirvió a la fiscal Baños para ir y allanar la casa.
La Policía Bonaerense registró el lugar, ubicado en la zona de Villa General Savio. Los recuerdos y la ropa de Ailén todavía estaban allí. Peritos abrieron su computadora y hallaron su historial de búsquedas online. Encontraron que Grottini había rastreado cómo matar personas por vía endovenosa y que lo había hecho desde 2018, meses antes de la muerte de su hermano.
La Justicia ya tenía el cadáver de Teresita. El rastro de los crímenes de Germán y Ailén fue más difícil de investigar. El hermano había cremado de inmediato tras su muerte. Su hija, no. En Exequial Service recordaron cómo fue llevada a una bóveda del cementerio municipal. Personal de la fiscalía del caso se presentó en el lugar tras el arresto de Grottini. Autoridades del camposanto aseguraron que los restos de la menor también habían sido incinerados.
Entre sus íntimos, Grottini decía que había muerto por una supuesta mala praxis. “Vuela alto”, posteó en Facebook tras velarla. Iba solo al cementerio a visitar su ataúd, pasaba la tarde allí.
El primer asesino serial argentino del siglo XXI ciertamente se apresuró a cantar la muerte de su madre. En Exequial Service, aseguraron a Infobae en 2022 que Grottini se presentó a dar aviso de la muerte de su madre en la noche del viernes 22 de abril de 2022.
La fecha de muerte de Teresita que consta en la causa es la madrugada del sábado 23.