Con la cancha más embarrada que nunca en la discusión por la Ley Ómnibus, que se transformó en una pulseada por poder, durante las últimas 48 horas el Gobierno le hizo a la oposición tres ofertas finales para destrabar las negociaciones antes del inicio del debate en el recinto. Bajo extremísimo secreto, las charlas con los gobernadores y jefes de bloque continuaron hasta entrada la tarde del último día hábil de la séptima semana de la joven administración libertaria. Y redundaron en la sorpresiva conferencia donde, entrada la noche, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció en soledad que el Ejecutivo había decidido dejar caer el preciado capítulo fiscal del proyecto.
La concesión fue el resultado de una serie de desordenadas discusiones -principalmente telefónicas, pero también presenciales- con los jefes de los bloques aliados y todos los gobernadores, durante 48 horas. A través de su principal asesor, Santiago Caputo, del presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem y del ministro del Interior, Guillermo Francos, Milei les ofreció dos alternativas a los bloques de PRO y Hacemos Coalición Federal, que conducen Cristian Ritondo y Miguel Pichetto, y donde intervienen con fuerza, también, los diputados Diego Santilli y Nicolás Massot.
El escenario de máxima satisfacción para el Gobierno era que la ley se aprobara con los cambios que ya había aceptado introducir el lunes, a partir de las presiones de la semana anterior. Pero los mensajes que llegaban claros desde el interior y el Congreso les indicaban, con cada vez mayor firmeza, que se mantenía intacta la reticencia de la oposición “dialoguista” y de varios mandatarios a los capítulo sobre retenciones al agro y la fórmula de actualización de las jubilaciones.
Ante la posibilidad de una caída estrepitosa del proyecto completo, lo cual representaría una abierta derrota, extendieron dos opciones. Una, más beneficiosa para el oficialismo, era extirpar del dictamen los dos capítulos más polémicos, el tributario y el previsional, pero al mismo tiempo otorgarle al Ejecutivo cualquier determinación sobre esos dos temas. “Asumimos el costo político nosotros. No sólo estamos predispuestos, sino muy deseosos de hacernos cargo”, les dijeron una y otra vez a los capitanes de PRO y Hacemos desde la Casa Rosada, en conversaciones reservadas, entre el jueves y el viernes.
La propuesta consistía simplemente en aclarar en el apartado sobre las facultades extraordinarias que el Presidente tendría la prerrogativa de modificar impuestos, en especial retenciones y jubilaciones. Pero no tuvo aceptación entre los gobernadores, que consideraron que no había ninguna diferencia entre votar a favor de las medidas y votar a favor de que el Gobierno tuviera las facultades para tomar esas mismas medidas, encima sin control legislativo.
El otro plan es el que terminó imponiéndose: extirpar del dictamen el capítulo económico completo, para avanzar con el aumento de la recaudación por la vía de un ajuste más severo para las provincias con la idea de presentar, más adelante, durante las sesiones ordinarias, un proyecto por separado específicamente sobre esos temas.
Esta decisión, que en principio tendría apoyo de los aliados amarillos, significó hacer justamente lo que no querían. De hecho, hasta el miércoles, en Balcarce 50 se mostraban muy firmes al decir que no estaban dispuestos a “desguazar” la ley. “Para aprobar una cáscara vacía, preferimos dar la pelea y perder de pie”, había deslizado con ímpetu un alto funcionario, que hoy debió recalcular tras la respuesta opositora.
Durante los diálogos, en los despachos más relevantes de Balcarce 50 se terminaron de convencer ayer de que la agenda de la oposición no se trata ya de resquemores sobre temas específicos de la ley, sino que entraron en el terreno de una abierta disputa por el poder. “Eso de que no pueden acompañar retenciones porque sino no pueden volver a sus provincias es sarasa. Lo hacen para demostrar que pueden y para pedir más”, dijeron en la Casa de Gobierno, con el recuerdo fresco de las disputas por los cargos entre noviembre y diciembre.
Recientemente les llegaron a la sede nacional rumores de que el ala “rebelde” del PRO, que responde a Mauricio Macri, presiona para reemplazar al ministro del Interior, Guillermo Francos, por el ex candidato a gobernador bonaerense, Diego Santilli. Y que desde ese sector insisten para que Cristian Ritondo, jefe de ese bloque, pase a ocupar el lugar de Martín Menem como presidente de la Cámara de Diputados. Dos versiones que en el campamento amarillo negaron con vehemencia, pero que en Balcarce 50 consideran ciertas.
“Están planteando más que nunca un cogobierno. Están discutiendo por poder y eso trae conflicto. Pero nosotros no tenemos ningún problema con el conflicto”, dijeron en el círculo íntimo del Presidente, dispuestos a ir a la guerra con sus aliados si no los acompañan después de la serie de concesiones que se vieron obligados a hacer. El almuerzo de Karina Milei con Martín y su asesor Lule Menem, ayer en el Congreso, fue una señal de claro respaldo al libertario riojano que nombraron al frente de la Cámara baja, tras los rumores de eyección por fallas en su labor, que se intensificaron con la salida de Guillermo Ferraro, el jueves. “Es totalmente falso. Martín se queda, Guillermo se queda”, dijeron en Gobierno ayer por la tarde.
Remover entero el cuarto capítulo de la ley para lograr la aprobación del resto del paquete era el panorama menos deseable para el primer mandatario. Y en el Gobierno admiten que, en caso de que la ley se apruebe el martes, será un triunfo a medias, porque les costó ceder en algunas de las partes que consideraban innegociables hasta que se chocaron con la realidad.
Con todo, intentan mostrar tranquilidad. Con la (probablemente) última modificación, y los mensajes de apoyo que les emitieron al menos desde PRO a través de Twitter anoche, sus expectativas mejoraron. Y creen que cumplirán las metas a través de otras herramientas. Durante su conferencia, Caputo ratificó sus incendiarios tuits del miércoles, al asegurar que el ajuste no sólo no se frenará, sino que se profundizará, “tanto para las provincias como para la Nación”.
Ayer, mientras bajaba el sol, Milei decidió que fuera el propio ministro económico quien anunciara el recorte de la parte en la que, justamente, tuvo mayor intervención. Tras empoderarlo con el anexo de Infraestructura, lo obligó a hacerse cargo del fracaso de las negociaciones con la oposición sobre “su” parte, aunque las habían llevado principalmente el resto de sus colaboradores más cercanos, que no lograron que opositores se corrieran y los dejaran hacer solos el “trabajo sucio”.