Los hombres consumen más carne que las mujeres, así lo reveló un estudio reciente publicado en Nature Scientific Reports. Esta investigación, liderada por el profesor de psicología Christopher Hopwood de la Universidad de Zúrich, reveló que la diferencia en las preferencias de consumo de carne entre géneros es casi universal en todas las culturas y se acentúa más en los países desarrollados.
La investigación encuestó a más de 28,000 personas en 23 países de cuatro continentes, preguntándoles cuánto consumían de diferentes tipos de alimentos diariamente. Luego se calculó el consumo promedio de animales terrestres según la identidad de género en cada país. Los resultados fueron comparados utilizando el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas y el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial.
Los hallazgos indicaron que, excepto en China, India e Indonesia, las diferencias de género en el consumo de carne eran mayores en los países con mayores índices de desarrollo e igualdad de género. Este patrón resalta una tendencia donde los hombres tienden a consumir más carne, mientras que las mujeres optan por reducir su consumo.
La profesora de psicología en la Universidad de Adelaida, Carolyn Semmler, no involucrada en el estudio, mencionó al ser consultada por The Associated Press, que “las mujeres al recibir información sobre el maltrato animal tienden a reducir el consumo de carne, mientras que los hombres, en algunos casos, aumentan su consumo como reacción”.
Uno de los puntos cruciales que destacan los investigadores es el impacto medioambiental del consumo de carne. Aproximadamente el 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de productos alimentarios de origen animal, según investigaciones previas de la Universidad de Illinois. Hopwood sugiere que “cualquier esfuerzo por reducir el consumo de carne en los hombres tendría un impacto mayor, en promedio, que entre las mujeres”.
El estudio también indagó sobre por qué los hombres tienden a consumir más carne. Se teoriza que, evolutivamente, las mujeres podrían haber evitado la carne potencialmente contaminada para protegerse durante el embarazo, mientras que los hombres buscaban proteínas de carne debido a su rol como cazadores en algunas sociedades.
Sin embargo, los factores culturales también juegan un papel significativo, moldeando las identidades de género y cómo estas influyen en las decisiones alimentarias desde una edad temprana.
La relevancia de estos descubrimientos radica en la posibilidad de ajustar los esfuerzos para persuadir a la población a reducir su consumo de carne y lácteos, enfocándose particularmente en los hombres, dada su mayor tendencia al consumo de carne y su aporte más significativo a las emisiones de gases de efecto invernadero.
El estudio fue financiado por Mercy for Animals, una organización no lucrativa dedicada a terminar con la agricultura animal. Hopwood aclaró que no está afiliado a dicha organización y no es un activista, sino que su enfoque es meramente científico.
La profesora Semmler destacó la importancia de cómo la presentación de la información afecta las decisiones, indicando que, al abordar la reducción de consumo de carne como una causa moral, se puede provocar una reacción adversa entre los hombres. Sin embargo, subrayó la necesidad de que la gente sea consciente de cómo sus elecciones alimentarias afectan al planeta.