Fue el 7 de septiembre de 2023. Rodrigo Cunqueiro (40) lo recuerda porque la fecha coincidió con el nacimiento de su último hijo. Ese mismo día recibió un llamado que marcó un antes y un después en su vida y en su carrera como artista callejero: había quedado seleccionado para hacer un espectáculo de arte urbano en Arabia Saudita.
Aunque es de Balcarce, provincia de Buenos Aires, vive en Mar del Plata. Aquí, en La Feliz, es conocido porque se dedica a hacer malabares en la intersección de Avenida Patricio Peralta Ramos y Saavedra, en la zona de Playa Grande. Reconocerlo es fácil: usa ropa deportiva y manipula cinco pelotas de fútbol al mismo tiempo. Su público son los automovilistas y sus espectáculos duran lo que un semáforo en rojo. Trabaja “a la gorra”.
Durante su infancia, Cunqueiro alguna vez fantaseó con ser jugador profesional. “Arranqué a jugar a la pelota a los tres años. Me enseñó mi hermano más grande, que es fanático del fútbol. Jugué hasta la adolescencia y después me alejé. Cuando quise volver tenía 20 y ya se me había pasado el cuarto de hora”, dice a Infobae.
Entre los 20 y los 25 pasó por distintos empleos: desde un frigorífico hasta una florería. “Todas cosas que no me gustaban. Transité una crisis muy profunda, hasta que vine a Mar del Plata y conocí a un malabarista que me propuso ‘hacer semáforos’”, cuenta. Arrancó con pelotas de tenis y vestido de payaso, en la esquina de Avenida Colón e Hipólito Yrigoyen.
“Al principio me sentía cómodo porque logré poner mi cuerpo de vuelta en movimiento y sentirme activo. Pero, por otro lado, tenía una sensación de que ‘no me hallaba’. A eso sumale las agresiones. Me han llegado a gritar: ‘Ponete a laburar, loco’, como si fuera un vago. Y la verdad es que todo eso me hacía dudar. Me acuerdo de preguntarme: “¿Dejo o sigo?”.
Fue el apoyo de su familia lo que le dio fuerzas para seguir adelante. “Ellos nunca pensaron que el deporte podía ser una salida laboral. Por eso no me insistieron con el fútbol”, explica.
Lo que siguió fue un tiempo de soledad y formación. ”Quería destacarme”, reconoce. “Aprendí a usar el monociclo (NdR.: rodado de una sola rueda movido por pedales) y, para diferenciarme del resto de los malabaristas, se me ocurrió usar pelotas de fútbol. Ahí conecté todas mis pasiones”, dice y sonríe.
En su cuenta de Instagram (@rodrigo_cunqueiro) varios videos dan cuenta de su talento. Mientras arroja cuatro pelotas al aire, Cunqueiro es capaz de hacer “jueguitos” con un quinto en su pie, sin dejar que el resto de los balones toquen el suelo. La destreza también se traslada a la cabeza: puede darle golpes cortos a la pelota, al tiempo que hace malabares con una mano y, con la otra, hacer girar el balón sobre su dedo índice. Su habilidad es de otro planeta.
En sus casi 15 años de trayectoria, Rodrigo comenzó a desempeñarse en otros espacios además de los semáforos. “Monté un espectáculo de 35 minutos y empecé a ofrecerlo en distintos eventos privados: cumpleaños, fiestas, aniversarios de ciudades o de clubes de fútbol. Actualmente, todos los lunes estoy con un espectáculo en el Casino de Mar del Plata”.
También probó suerte en otros países: pasó por Bolivia y Brasil donde, en 2014, ganó un concurso de un reconocido diario deportivo argentino. El año pasado, incluso, participó del reality Got Talent Argentina (Telefé). Quedó eliminado, pero la pantalla chica le dio visibilidad. Tan es así, que en septiembre de 2023, lo convocaron para hacer un espectáculo de arte urbano en Arabia Saudita junto a otros 12 artistas callejeros.
“No podía creerlo. Estuve ensayando durante tres meses”, cuenta Cunqueiro y repasa su aventura, una de las más extravagantes que experimentó, donde no faltó ningún condimento: guardaespaldas, 24 horas de avión, tres escalas y un show para jeques.
“El objetivo era hacer un espectáculo con motivo del aniversario de Argentina como Campeón de la Copa del Mundo. Cada cual preparó su número entre septiembre y noviembre y, a fines de ese mes, viajamos. Desde Mar del Plata, me llevaron en una combi hasta Ezeiza con unos custodios. ‘Custodio para un artista callejero. ¿No será demasiado?’, pensaba. Allá estuve diez días. Conocí muchas personas y lugares. Fue alucinante”, dice.
—¿Costó volver al semáforo después de semejante experiencia?
—Para nada. Al semáforo tengo que ir sí o sí porque es dinero que entra a mi casa en el día. Yo soy papá de dos niños y tengo una familia que alimentar. Además, también aprovecho ese tiempo para entrar en calor antes de ir a un evento.
—¿Cuánto podés llegar a levantar por día?
—Puedo levantar desde $10.000 a $25.000. Depende la cantidad de horas que esté. Por lo general no son más de tres. Cuando arranqué hacía ocho horas y ganaba casi lo mismo. El tema es que ahora me perfeccioné muchísimo.
—¿Hay prejuicio contra el artista callejero?
—Sí. Hoy, no me hace ruido que me griten “Vago” o “Agarrá la pala”, como me pasó el otro día. Pero de chico me dolía: “¿Por qué no me valoran?”, pensaba. Mi manera de callar esos prejuicios siempre fue la misma: entrenar para ser cada día mejor.
Fotos/Christian Heit.