Actuar después de la superpotencia Swift no era la tarea más fácil del mundo. Hasta él mismo apeló a dicho reto en la reciente entrevista que concedió a Infobae España antes de presentarse en el Santiago Bernabéu en la noche del sábado. Es el primer argentino en llenar las gradas de un estadio reconvertido en espacio de eventos musicales (y, quién sabe, si de otra índole en un futuro cercano). Puntual como un reloj, Duki decidió revolucionar a un conjunto de feligreses unidos por la creencia en una buen diss track.
Con cadenas de oro y peinados cuestionables que buscaban imitar al de su ídolo, un pintoresco y heterogéneo público se disponía a disfrutar de uno de los perfiles más notorios de la música argentina en todo el mundo. Comenzó como freestyler en las batallas de gallos y acabó consagrándose como un rapero entre un millón. Tres cambios de look, dos horas y media de concierto y un total de 42 canciones interpretadas (quizá The Eras Tour no había abandonado la sala todavía). “Desde chico siempre he creído que podía cambiar el mundo y mi forma de cambiarlo es haciendo música”, dice a un público que suscribe cada una de sus palabras como si se tratase del Mahatma Gandhi del trap.
No habla mucho durante las casi tres horas de espectáculo más allá de los lugares comunes en los que agradece a su familia y su equipo el arduo trabajo que les ha permitido llegar hasta aquí. También hay palabras para unos seguidores que caen como moscas en la pista: aunque el calor no acompañe tras la lluvia de la jornada, Duki trae consigo un potencial pirotécnico no apto para las almas más inflamables. El rapero para sus canciones varias veces para pedir asistencia y recibe aplausos por su preocupación. Aunque la probabilidad de sufrir un desmayo sea alta, el público parece levitar en la pista. Saltan como Simone Biles y hacen del pogo su filosofía para seguir defendiendo la primera posición en el podio de la entrega. “La gente afuera no lo va a entender, pero tenemos una conexión especial”, dice a sus groupies.
El techo está abierto, como en las grandes noches de Champions League. Sin duda, Duki es un líder de pensamiento para un fandom que ha convertido sus letras en una forma de interpretar la vida. Los argentinos, como con todo lo que precie su camino, no juegan con las medias tintas: su vida pende de un hilo cuando por ella se cruza Lionel Messi levantando la Copa del Mundo o el rapero interpretando sus versos predilectos. Empieza el concierto cantando Rockstar para dejar claras sus intenciones. Lo de esta noche es histórico para él, para su país y para la música urbana. Lleva una camiseta de Adidas que brilla casi tanto como las decenas de pantallas que visten el estadio.
El Bernabéu se ha convertido en una suerte de pirámide poblacional de la cantera musical argentina. También en una celebración de un talento que, tras muchos años, ha quebrado la barrera del mainstream a raíz del auge del género urbano. Duki no ha escatimado a la hora de presumir de invitados. El último de ellos, Bizarrap: un hombre que ha elevado el producto nacional a categorías nunca vistas. Los del Espacio lo son aún más gracias a sus (quizá repetitivas) composiciones. No ha sido el único. Emilia Mernes, su pareja y superpotencia del pop, ha sido una de las primeras en acompañarle en “una de las noches más especiales de mi vida, si no la más importante”. Han interpretado Como Si No Importara con un derroche de química y amor deseado en cualquier capítulo de First Dates. Su historia reaviva la llama de la monogamia entre las nuevas generaciones afincadas en la exploración romántica.
La lista no acaba, pues el show en el Bernabéu ha sido una pasarela de celebridades del trap, el rap y el reggaetón. Otro de los nombres más destacados ha sido el de Nicki Nicole, con quien ha cantado Ya Me Fui, el hit que llevó a las celebridades de internet (como Lola Lolita) a generar contenido en TikTok. Aparece en escena la steadicam que parecen haber incorporado todos los artistas después de que Rosalía hiciera lo propio en su Motomami World Tour. Dano, C.R.O, Rei, Lucho SSJ, YSY A y Neo Pistea le han acompañado durante el concierto para interpretar, junto a él, sus temas más pegados. Los dos últimos se convierten en auténticos protagonistas en la parte final del espectáculo, pues junto a Duki formaron el trío Modo Diablo. Con Quavo, Trap N’ Export y Vuelta A La Luna, el público rinde homenaje al nombre de la banda y se transforma en una masa compacta de euforia desmedida. No faltó Jhay Cortez (ahora Jhayco) y tampoco el canario We$t Dubai para poner el broche de oro a una noche forjada en la épica con más de 60.000 asistentes.
La energía no escasea para un público que vive la experiencia como si se tratase de su última noche en la Tierra. Parece un ‘ahora o nunca’ para aquellos que visten la pista con un alarde de juventud y manía. Qué importará lo que pase fuera. Qué más da si se fracturan un dedo o una articulación esencial para la rutina que existe más allá del oasis que se genera en el Bernabéu. Duki apenas descansa entre tema y tema. Todo va rodado. No hay tiempo que perder cuando el setlist es tan copioso como su fama.
No faltan grandes éxitos como Goteo, Top 5, Givenchy o She Don’t Give a Fo, el tema que cierra la multitudinaria misa. “Me siento más cercano que nunca a España”, se anima a decir. “Gracias a los españoles que le dieron una oportunidad a la música argentina”, continúa después de haber llevado como accesorio las banderas de los dos países que narran su cronología musical. El ‘Duko’ se va, pero deja un rastro de historia para su país y su industria musical.