Bruno Zuculini volvió a su casa. El volante está feliz y ansioso por debutar en el ambicioso proyecto que planificó Costas, que consiste en dar pelea en los tres frentes: la Copa de la Liga, la Copa Sudamericana y la Copa Argentina. “Entre Gustavo, mi hermano y mi papá, me quemaron el teléfono”, deslizó entre risas en diálogo con Infobae, sin ocultar la alegría que le representa volver a vestir los colores de Racing. “Por suerte, salió todo bien. Confié en el destino para que hoy pueda estar acá”.
Con más experiencia, otro rodaje y una trayectoria notable, el ex River Plate regresó al mismo predio en donde todo comenzó. Y en una de sus primeras visitas al Tita Mattiussi se reencontró con Marcelo Betbesé, el ex líder de los Racing Stones que impulsó el crecimiento del sector en el que habitualmente entrenan las divisiones juveniles y el fútbol femenino. Él estaba despidiendo a un amigo que tenía previsto un viaje hacia España. Y por esas casualidades que no encuentran explicación, su colega vestía la camiseta número 7 que había usado Zucu durante su primera etapa en el club de Avellaneda. Sin dudas, la conversación que improvisaron los fanáticos académicos con el flamante refuerzo ejemplificó el sentido de pertenencia que suelen tener los pibes del Tita…
—¡No puedo creer que tengas esa camiseta! A mí no me quedó ninguna— le deslizó Zuculini a los hinchas que lo observaban con admiración.
—Ésta me la regalaste vos, por eso la cuidé tanto— le respondió el fanático que partirá hacia el Viejo Continente.
—No me digas eso… Yo no me pude guardar ninguna, porque mis amigos me afanaron toda la ropa que tenía de Racing—explicó el mediocampista.
—Bueno, entonces tomá: te la regalo. Así como en su momento me la diste, ahora quiero que la vuelvas a tener vos—lo sorprendió el hincha.
—¡Vos estás loco!—cerró el futbolista antes de darle un abrazo en agradecimiento.
Con una sonrisa constante y una mirada esperanzadora que se refleja en sus ojos azules que combinan con el uniforme que lucirá en el Cilindro, Bruno Zuculini volvió al club de sus amores. Y durante los días previos a la firma del contrato, debió tolerar la impaciencia de sus familiares, quienes también tienen el corazón teñido de celeste y blanco. Sin importar el horario, su hermano Franco lo llamaba a cada instante para saber si ya era oficial su retorno.
—¿Y? ¿Ya arreglaste?— era le pregunta recurrente que podía caer a la mañana, a la tarde o por la noche.
—¡Pará Franco! ¡No me vuelvas loco! Tengo toda la fe de que se va a dar, pero hay que tener paciencia— era la respuesta inmediata.
Pero al poco tiempo, la charla se repetía…
—¿Y? ¿Ya arreglaste?—insistía Franco.
—¡Pará hijo de puta! Seguramente se haga esta semana—le devolvía Bruno, con menos tolerancia de la que le exigía a su hermano mayor.
En regreso, Zucu notó “un club distinto”. “Renovado”. “Está bueno, porque significa que creció. No es estancó. Ganó finales, salió campeón varias veces y elevó la vara. Así tiene que ser, porque Racing tiene que ganar, estar entre los mejores y pelear con los mejores equipos del país”, argumentó.
Su análisis se ampara en el legado que dejaron Diego Milito, Licha López y los líderes que llegaron en el último tiempo. “Tenemos que trabajar más que los demás, y tener más humildad que el resto para poder estar entre los mejores”, explicó. Pero a la hora de tomar la posta de los máximos referentes, el mediocampista prefirió la cautela: “Ellos son ídolos que fueron campeones y yo no tuve esa suerte. Me tocó perder una final de la Copa Argentina contra Boca en Salta, cuando Luis Zubeldía era el técnico, y siempre lamenté no haber podido ganar ese título. Ellos son los máximos ídolos y yo ni me acerco a lo que lograron. Admiro mucho las formas sobre cómo conducían al grupo y cómo estuvieron siempre pendientes de Racing. Son muy buenos ejemplos que trato de tomar para que me vaya igual de bien que a ellos”.
El máximo objetivo en los hinchas es la Copa Sudamericana, “pero también está el torneo y la Copa Argentina”. “Es fácil hablar de ganar, pero conseguirlo es complejo. Se requiere de un trabajo grupal constante en el que todos tenemos que estar las 24 horas viviendo por y para Racing. Si no nos mentalizamos, no vamos a poder, porque tendremos partidos cada cuatro días y no vamos a tener tiempo para recuperarnos desde lo físico. Será clave la mentalidad y el sacrificio”, remarcó.
Él mantiene la misma esencia que cuando dio sus primeros pasos en la Academia, aunque reconoce que no va “a correr como lo hacía a los 20 años”. “Creo que ahora soy un mejor jugador. Distinto a lo que era antes, porque aprendí de grandes jugadores que tenía por delante y me enseñaron un montón de cosas. Me gusta hacer goles, pero si Gustavo (Costas) me pide que juegue delante de los centrales, también lo haré. Todavía no sabemos el esquema táctico que vamos a usar y eso también cambia mi forma de juego. Lo importante es que voy a tratar de dar lo mejor y estar a disposición para que Gustavo arme un buen equipo y Racing gane. Todo lo demás lo iremos resolviendo partido a partido”, remarcó.
Con la cosecha de 9 títulos en River (incluida la histórica Copa Libertadores ante Boca en Madrid) y la Copa de Grecia en el AEK de Atenas, Zuculini aún tiene pendiente su sueño del pibe: ganar un campeonato con Racing. Por ello, cuando en el último tiempo el combinado que logró las conquistas durante los ciclos de Diego Cocca, Eduardo Coudet y Fernando Gago, el volante los disfrutó “a la distancia”. “Mantuve mucho respeto, porque estaba en otra institución. No tenía necesidad de subir cosas que no me correspondían a mis redes sociales. Simplemente agradecí en privado esas alegrías”, reveló.
Pasó una década desde que Zucu emigró hacia el Reino Unido para forjar una trayectoria por varios equipos de Europa hasta llegar a Núñez. Y su debut oficial en el Manchester City se dio cuando ingresó por Yaya Touré. Sin dudas, en la entidad británica tuvo una graduación con entrenadores de la talla de Manuel Pellegrini y Pep Guardiola, pero internamente reconoce que le quedó un sabor agridulce su incursión por el Etihad Stadium. “No estaba capacitado para estar en ese nivel. Ni desde lo futbolístico, ni lo mental. En ese momento no estaba para estar en ese gran club. Me sirvió un montón para aprender muchas cosas del profesionalismo, como la alimentación y las rutinas. Fue un paso enorme para mi carrera, pero no me sirvió porque no estaba a su altura. Creo que todo pasa por algo. Después, pasé por varios lugares hasta que llegué a Italia, donde me pude acomodar junto a mi hermano y logré continuidad durante más de un año y medio. Ahí hice un click en mi cabeza y pasó todo lo que pasó. Hoy me considero mejor jugador, mejor persona y mejor amigo gracias a todo lo malo que me ha pasado”, subrayó.
Valencia, Córdoba, Middlesbrough, AEK de Atenas y Rayo Vallecano fueron los destinos previos antes de arribar al Hellas Verona, donde compartió junto a Franco mucho más que el terreno de juego. “Vivíamos juntos ¡Y no sabés lo que significa vivir con él!”, comenzó en su relato. “Siempre estaba la guitarra, el piano o la flauta, porque es un murciélago. Como tiene insomnio, no duerme. Y tampoco cocina ¡Ni sabe prender el horno! Lo puteaba porque a mí me tocaba cocinar, limpiar y ser la mucama de Franco. Por suerte después llegó mamá y nos ayudó mucho. Vivir con mi hermano era como si tuviera un hijo más grande que yo”, reconoció con una cuota de humor.
Previamente, en el Equipo Che también se reencontró con Rodrigo De Paul, otra de las figuras surgidas de las divisiones juveniles académicas que se convirtió en uno de los héroes de Qatar con la Scaloneta. Por lo tanto, llamó la atención que no lo haya llamado después de la hazaña lograda en Medio Oriente. “Hablo mucho con Valentín Viola o con el Negro Mercado, pero con Rodri perdimos la conexión porque después del Valencia nos separamos. Tengo mucho respeto y admiración por él, miro y festejo cada partido que tiene en el Atlético de Madrid o cuando estaba en el Udinese”, detalló el volante central. Y continuó: “No lo llamé después del Mundial, porque no lo quería molestar. Me puse muy contento a la distancia, porque sé de todo el esfuerzo que hizo desde muy chico. Conozco todo lo que pasó y por eso celebro que le siga yendo muy bien”.
A pesar de la experiencia y del recorrido durante los últimos 10 años, Bruno mantiene la misma humildad de siempre. En su memoria todavía está presente el constante esfuerzo que tuvo que hacer junto a su familia para poder ganarse un lugar en la Academia. Hasta tuvieron que dormir en un auto, porque los horarios de los entrenamientos exigían estar presente a primera hora. “Seguimos viviendo en Escobar y mi papá hacía un gran sacrificio para que pudiéramos estar en el club. Si no hubiera sido por él y mi mamá, tal vez nunca hubiéramos llegado a Racing”, confesó.
Sus padres son sus referentes. Su agradecimiento eterno perdura como el sentimiento que le inculcaron por la Acadé. Y en la actualidad, cuando ingresa al Cilindro y observa su foto en el hall de la fama le “parece una locura”. “Mis viejos son lo más grande que hay, ahora que fui padre voy a tratar de seguir el ejemplo de ellos. La familia fue super importante en nuestro vínculo con Racing”, dijo con orgullo. Y en relación al póster que lo tiene como protagonista no teme en expresar la emoción que le representa: “Es muy fuerte. En el Tita hay otro y me conmueve, porque es el sueño que vengo teniendo desde muy chiquito. Creía que en algún momento iba a pasar y hoy las fotos muestran que algo bueno hemos hecho. Ojalá que lo que venga sea mucho mejor”. En ese sentido, el máximo deseo se ampara en la posibilidad de actualizar su imagen en el Recinto de Honor de la institución con uno de los trofeos que buscará en 2024. “Hay que tener un compromiso muy grande con el equipos. Insisto en que hay que vivir por Racing las 24 horas del día. Si todos logramos focalizarnos, seguramente vamos a andar muy bien”, concluyó. El sueño de Zucu está en marcha.