Después de hacer el amor y dormir una siesta en “cucharita”, Luis se fue al gimnasio. Claudia aprovechó la tranquilidad para prepararse un té con tostadas y se fue a la cama con la computadora. Se acomodó, abrió la pantalla y bebió dos sorbos mientras analizaba qué películas podrían ir a ver al cine. De repente, en el vértice de la laptop irrumpió un chat: ¿Hoy podés?
Claudia no era controladora ni espiaba a su novio, pero la pregunta de la tal Adriana la perturbó. Después de dudar un minuto y mientras escuchaba los latidos de su corazón, cliqueó el chat. Los que buscan la verdad merecen el castigo de encontrarla. El largo y jugoso historial la llevó sin escalas al décimo subsuelo del infierno. Cerró la computadora porque no hacía falta seguir leyendo. Alejó la bandeja porque el té y las tostadas también estaban de más.
Al volver del gimnasio Luis la encontró sentada en el living, con un vaso de whisky en la mano.
-¿Estás bien amor?
-Dejaste tu Facebook abierto…, contestó ella intrigante.
En estado de alerta máxima, Luis tuvo la ilusión de que no hubiera ocurrido lo peor.
-¿Quién es Adriana?, preguntó Claudia destruyendo toda esperanza.
-Nadie, balbuceó.
-¿Y por qué le decís que es la mujer con la que mejor sexo tuviste en tu vida?
-No significa nada para mí, contestó pálido y mirando el piso.
-O sea que te la cogés, dijo ella ratificando morbosamente lo obvio.
-Perdoname, no es nada para mí, se justificó mientras intentaba tomarle la mano.
-No me toques, lo cortó Claudia. Incapaz de seguir con esa violencia que no la llevaba a ningún lado, se paró y se fue al cuarto.
Avergonzado y ajeno a lo que pasaba en el dormitorio, Luis se fue a la cocina y lavó los platos como nunca en su vida. Después ordenó todo, esperando que la marea bajara. Al volver al living encontró a Claudia con la valija en la mano, lista para irse.
-Por favor no te vayas, te amo. Te pido que me des una oportunidad…
Claudia lo miró a los ojos con furia y se fue de la casa pegando un portazo. Desde el balcón y en estado de shock, Luis vio cómo se subía a un taxi y se perdía en la calle.
Ya arriba del auto y camino a la casa de sus padres se le nublaron los ojos. ¿Qué les diría? Su madre era una víctima perpetua que se pasaba la vida llorando las infidelidades de su marido como si no pudiera hacer nada. Parecía nacida para sufrir. Claudia la había estimulado a que se separara, a que no aceptara lo inaceptable, a que rehiciera su vida. Pero el miedo era más fuerte que la esperanza. Sintió que su madre nunca la entendería o peor aún, hasta podría envidiarla.
Su padre en cambio, no se hacía cargo de nada salvo de pagar las cuentas. Nada menos y nada más. ¿Qué le podría contar a ese inimputable sin parecer que ella era una histérica que tenía reacciones impulsivas y desproporcionadas?
-¿Qué hacés acá hijita? ¿Y Luis?, quiso saber su madre al ver la valija.
-¿Puedo usar mi habitación?
-¿Pero qué pasó?
Claudia fue a su antiguo cuarto, cerró la puerta, se recostó en la cama y tapándose la cara con la almohada se puso a llorar.
Durante un año Luis intentó recuperarla. Le mandaba flores, bombones, cartas de amor. No sirvió para nada, ella no iba a repetir la historia de su madre.
***
Tiempo después empezó a salir con Sebastián. Un buen tipo, fiel, compañero, a quien en términos generales le iba bien en la vida.
Caminando por un shopping se encontró con Romina, una prima a quien veía muy poco pero con la que tenía una gran confianza. Después de conversar un rato paradas frente a un local decidieron sentarse en un café.
-¿Y qué tal estás con Sebastián?
– Bien…
– Que bueno, ¿y cuánto tiempo llevan juntos?
– Un poco más de un año.
Siguieron hablando tranquilas hasta que Romina entró en un terreno pantanoso.
-No te noto muy entusiasmada…
-Estoy bien…
-No te digo que esperaba que me dijeras que se la pasan teniendo sexo, pero tampoco escucharte así…
– Bueno, conmovida no estoy…, se defendió Claudia. Y de coger ni me hables; si fuera por él lo haríamos cuatro veces por semana. Y yo tantas ganas no tengo. A veces me busca y se pone muy pesado; obviamente que me da pena y accedo.
-¿Y por qué no tenés ganas de acostarte con él?
-No sé, estoy como asexuada.
-¿No te da miedo que busque por otro lado?
-Al revés, me descomprimiría. Pero me lo busqué fiel. Dos problemas tiene la vida: no conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos, dijo con la mirada perdida.
-¿Y si lo habilitás? Es el sueño de todos los hombres.
-No el de Sebas. Yo buscaba alguien correcto y lo encontré; él es muy estructurado. A veces tanteo el tema pero como se pone incómodo no tengo más remedio que levantar la pata del acelerador. Ojalá se acostara con otras; yo con un polvo cada tanto estoy en paz.
-Qué paradoja que te hayas separado porque te engañaron, y ahora preferirías que tu pareja se acueste con otras para no fastidiarte. ¿Qué te pasó?
Claudia se quedó pensativa.
-Definitivamente me equivoqué al dejar a Luis porque me había sido infiel. No quería repetir la historia de mamá. Pero era una visión sesgada por el trauma de verla siempre sufriendo. Con el tiempo entendí que la infidelidad no necesariamente es causal de separación. Pienso que las verdaderas razones para separarse son el desamor, la falta de respeto, la manipulación, la violencia y tantas otras cosas que vemos a diario por todos lados.
-Cambiar de pareja porque nos fue infiel es como querer cambiar de auto porque lo rayamos, dijo Romina entre risas. Mejor aprender a vivir con el rayón que andar cambiando de auto por boludeces. Después de todo, la vida no es redonda. Igual, creo que ambos tienen derecho a tener una pareja con quien sentirse plenos. Que no quieras repetir la historia de tus padres es lógico y sano. Pero de ahí a vivir resignada…
– No me vas a venir con el cuento de la media naranja, desafió Claudia no sin algo de cinismo.
– Para nada. Ya sabemos que eso no existe. Ansiar que alguien nos complete nos vive frustrando porque nadie viene a resolvernos la vida; ya bastante tiene con la suya. Hay que dejar de exigir que los demás sean como queremos porque el otro no está para satisfacer nuestras expectativas, necesidades y carencias…
-¿Y entonces para qué está?
Romina se quedó pensando unos instantes.
-Para encontrarse, compartir, poner el hombro cuando la vida aprieta, ayudarse a crecer. Si nuestra pareja no nos ayuda a ser quienes somos, o si hay que ocultarle importantes áreas de nuestra vida; ¿tiene sentido?
Claudia se sintió interpelada por esas palabras. ¿Pero debía separarse? ¿O la separación solo serviría para arrastrar a una nueva pareja los problemas de siempre?
-¿Cuál será el camino, no?, preguntó filosóficamente.
– Creo que una buena referencia es analizar si con nuestra pareja sentimos plenitud, dijo Romina. Y no estoy hablando de tener mariposas en la panza o vivir fascinado con el otro. Me refiero a que más allá de las limitaciones, problemas y momentos difíciles que siempre habrá, podamos ser sinceros con nosotros mismos y ver si nos da alegría estar juntos.
******
A veces resolvemos un problema generándonos uno más grande.
Es difícil construir algo bueno si estamos huyendo del pasado.
Juan Tonelli es escritor y speaker https://linktr.ee/juan.tonelli