Hay un grito ensordecedor que une a los activistas que trabajan por los derechos de los animales: ¡Liberación animal! Hace unas horas, el grupo de personas que desde hace 13 años se puso sobre sus hombros la libertad de quienes habitaron el ya viejo zoológico de Colón, lo hizo realidad.
El segundo grito —de quienes a veces se asemejan al Quijote contra los molinos de viento— es el que expresa el deseo supremo: ¡Hasta que la última jaula quede vacía!, lo que significa que no haya animales rehenes de ningún presidio, porque para ellos lugares como acuarios o zoológicos (públicos, VIP o privados) no son más que cárceles que los confinan.
Eso sucedió durante casi 60 años en el predio levantado a mediados de la década de 1950 en la ciudad bonaerense de Colón y que cerró en 2013 luego de denuncias por malos tratos y tener a los animales, exhibidos en condiciones arcaicas, en condiciones inhabitables. Entonces, eran 250 animales: en 2017, siete animales fueron trasladados al santuario Wild Animal Sanctuary, en los Estados Unidos, lugar donde aún pasan sus días rodeados de sus pares; otros, fueron llevados a reservas y otros devueltos a la vida silvestre. Pero quedaban tres pumas, tres hermanos, de 15 años de edad que dependieron de las trabas burocráticas.
Lamentablemente, una de ellos no pudo ser liberada: en la noche del sábado 13 de abril, Munay fue encontrada sin vida pocas horas después de que se aprobara el traslado de los tres.
“¡Aún no caemos de lo que pasó! No solamente porque logramos finalmente y después de tanto terminar con este tema, sino porque con la salida de los pumas se terminó la historia del zoológico de Colón… Es un traslado doblemente gratificante porque se logró concretarlo y ahora están en un lugar maravilloso sino, sobre todo, porque le dio el cierre oficial al zoológico”, dice emocionada Melisa Burzio, activista de la organización Cerremos el zoo, de Colón, una de las primeras que comenzó con esta batalla, que no bajó los brazos en todos estos años, y que se quedó con la imagen más soñada: ver la última jaula vacía.
Al mismo tiempo, lamenta: “Ver el video de los dos pumas saliendo de sus cajas es tremendamente emotivo, pero es imposible no imaginar a Munay ahí”, admite y cuestiona: “Es increíble la cantidad de personas felices por la liberación de estos pumitas mientras que en el sur del país se abrió la caza de la especie y tantas otras personas los están matando…”.
A principios de abril, la provincia de Santa Cruz autorizó “la caza deportiva de animales salvajes” a pedido de productores agropecuarios.
Camino de libertad
En la mañana del 14 de febrero de 2017, dos leones, tres tigres y dos osos fueron liberados y trasladados desde Colón hasta el aeropuerto de Ezeiza, desde donde volaron hasta Colorado, Estados Unidos. El camino para llegar allí fue iniciado antes de 2010.
“Éramos un grupo de ciudadanos que decidió actuar después de ver la situación de los animales: comenzamos a llevarles comida… el lugar era deprimente. Luego dejamos de ir por un breve tiempo y nos dimos cuenta de que necesitábamos hacer algo para cambiar esa situación. Supimos que necesitábamos visibilizar lo que estaba pasando ahí adentro”, había contado Melisa a Infobae.
Desde ese día, de 2017, muchas cosas pasaron. Melisa recordó que, en principio, los pumas estuvieron a punto de irse a dos santuarios, uno de ellos era Ubuntu (donde en 2019 llegaron los felinos del ex zoo de Santiago del Estero) y Panthera África, pero con la irrupción de la pandemia todo se complicó y cayó por la imposibilidad de los vuelos, que dependían del compromiso de Fauna Nación para sacarlos del país.
“El primer santuario dispuesto a recibirlos nos dijo que ya no podían esperar más porque había rescates por hacer y los recintos que esperaban por ellos tres podrían usarse para otros rescates. Se buscaron otras posibilidades y apareció el segundo, con los que se hicieron todos los papeles, pero cuando acá estuvieron listos allá se vencieron esperando. Fue una locura todo ese tiempo muerto. Nosotros tampoco quisimos exponer la situación porque entendíamos que el tiempo estaba pasando pero porque algo se estaba gestando e iba a ser iba a ser el fin del zoológico de Colón, entendimos que tomaba tiempo porque incluso la salida de los animales a los Estados Unidos demoró unos dos años”, contó sobre los intentos de traslados que se prolongaron durante 2021.
Por ley, sacar animales autóctonos de Argentina está prohibido, y esta es una forma de prevenir el tráfico de fauna nativa. “Habíamos hablado con la gente de Fauna de la Nación y le dijimos que si en el país no había un lugar para ellos, debíamos sacarlos y llevarlos a algún lugar apto digno; finalmente dieron el sí, pero hubo cambios de autoridades y se inició un camino burocrático que hizo que el tiempo pasara”, precisó la activista que con su grupo de actividad evitó que los trasladasen a otro zoológico que les habían propuesto.
En el ínterin, trasladaron a dos jabalíes al Santuario Equidad, de Córdoba, y desde ese momento los tres pumas se convirtieron en los últimos que quedaron esperando su momento de salir. “Los pumas que quedaron son los más jóvenes, porque hasta 2010 eran nueve. Permanecieron en una jaula que alojaba aves y tortugas cuando funcionaba el zoo. Sí fue la mejor que tuvieron en su vida de encierro, porque era techada y medía 12 x 23 metros, cuando venía de vivir en otra de 4 x 4 de puro cemento, sin tierra, sin pasto, sin nada natural, aunque no dejó de ser una jaula de la que los queríamos sacar”, explicó sobre ese espacio que estaba al lado de una cancha de fútbol que sigue funcionando.
“En 2017, cuando habíamos hablado, también se prohibió la pirotecnia en Colón, pero la gente de los clubes la sigue tirando, prefiere pagar la multa y seguir usándola; así que los pumas también estaban a merced de eso (en pleno centro de Colón), totalmente expuestos, sin ningún tipo de atención veterinaria ni cuidado. Cualquier persona tenía acceso a ellos y hacerles lo que quisiera… Por eso —confía— desde este lunes, después del traslado, fue la primera noche en más de una década en que pude dormir sin pensar en cómo estarían, pensando si alguien les hizo daño…”.
En noviembre de 2023, las autoridades municipales les ofrecieron trasladar a los animales a un zoológico americano, a una granja de Tandil, pero los activistas defendían su postura. “Para nosotros, Tekove Mymba era el lugar correcto para ellos. Hubo tantas trabas para que no fueran allí que no nos quedó más que pensar que cuando las cosas no se hacen como se deben y salen los que genuinamente se preocupan por los animales a trabajar y ves que se les pone trabas, terminas dándote cuenta de que hay una puja importante de poder —opina—. En cinco meses, desde que asumió la nueva gestión se resolvió todo el tema burocrático y se hizo el traslado”.
El día esperado
El lunes 13, el equipo del santuario entrerriano llegó por los pumas. “Salieron desde Colón, Entre Ríos, a las 7 de la mañana y a las 4 de la tarde los pumas ya estaban en el santuario Tekove Mymba. Entonces, cuando entendemos que en tan poco tiempo se puede resolver un traslado, en cuestión de horas, lo que siento es un dolor en el alma por cómo pueden hacerlo tan difícil, tan burocrático y tan enredado”, cuestiona los tiempos que demoran en hacerse efectivos los traslados de este tipo.
“Ya habíamos arreglado de que cada uno hacía su parte: nosotros, como agrupación, teníamos que tapar las jaulas con lonas para que los veterinarios, biólogos y todos los profesionales pudieran trabajar tranquilos. El día anterior cerramos la jaula con una lona para que no se viera desde la calle. La diputada Fernanda Díaz se encargó de avisar al municipio para que se formara un operativo de traslado, cortaron una calle para que trabajaran más tranquilos; ese operativo acompañó la salida de las camionetas con las cajas de traslado de los pumas y colaboró personal de Gendarmería, que los escoltaron todo el viaje. Todo fue impecable impecable”, detalló sobre el trabajo que finalmente terminó en el traslado exitoso de los pumas, ejemplares que habían llegado por un productor agropecuario los había sacado de cachorros de al lado de sus padres y al poco tiempo terminaron enjaulados.
A la espera de que otros municipios vean lo que pasó en Colón, Melisa reflexiona: “Hay muchos animales que están esperando en distintos zoológicos que están cerrados; hay otros abiertos y no se puede creer que estén funcionando… Nuestra esperanza es que se puedan trasladar y lo que pasó nos motiva a seguir luchando por los animales, para que tengan una vida digna y que otros municipios vean lo que sucedió aquí y lo tomen el ejemplo… Es increíble porque —se quiebra— hay tanta gente que celebra que se hagan las cosas bien, que seamos respetuosos con la fauna. Ojalá nadie de esta ciudad quiera volver a pagar una entrada para un centro de explotación”.
Conmovida y con las sensaciones a flor de piel, Melisa se refiere a Munay, la puma que cuando comenzó la campaña por el cierre de ese zoológico se convirtió en emblema. “Fue un dolor en el alma, es un dolor en el alma, saber que faltaba tan poco para que se fuera con sus hermanos y que no lo logró. Fue doloroso cuando vimos llegar a todo el equipo a buscarlos, verlos llegar a sus hermanos, verlos libres y que faltaba ella. Pero, bueno, son animales que perdieron la juventud en el zoológico y nunca tuvieron la atención veterinaria necesaria”, lamenta consternada.
La necropsia de Munay aún no tiene los resultados oficiales, “pero aparentemente le encontraron tejido tumoral”, explica. “Tuvo una hemorragia muy grande que la mató casi instantáneamente, nos dijeron los profesionales que hicieron la necropsia.
El traslado fue aprobado por fauna de la provincia de Buenos Aires, de Entre Ríos y por la Secretaría de Ambiente de la Nación; la Fundación Planeta Vivo se hizo cargo del costo de la logística del traslado de Huayra y Yachay.
El predio donde funcionó por seis décadas el zoológico de Colón se convertirá en un parque ambiental para que disfruten los vecinos de la ciudad.