La guerra de los petardos: el polémico partido Estudiantes–Vélez que puso en riesgo la definición del campeonato en 1983

El polémico Estudiantes vs Velez
Bilardo habla con sus jugadores en el momento de la suspensión

El pibe miraba sin comprender. Su papá, en medio del abrazo protector, trataba de explicarle que tenían que retornar a la casa, aunque solo habían visto 45 minutos de fútbol. En ese chico, que contemplaba desolado ese campo de juego ya vacío, se corporizaba el sentimiento de los hinchas de Estudiantes, que se sentían despojados y a los que le habían colocado un inmenso signo de interrogación al sueño de campeón de venían acunando desde el comienzo del torneo. Era la noche del sábado 29 de enero de 1983. El viejo y legendario estadio de 1 y 57 era testigo de una situación especial, porque los jugadores de Vélez se negaron a salir a disputar el segundo tiempo ante los locales, por las agresiones recibidas en el vestuario. Padre e hijo se fueron caminando, escuchando por radio lo que acontecía en los vestuarios, pero, sobre todo, lo que podía ocurrir de allí en adelante. ¿Estudiantes ganaba los puntos o el cotejo debería seguir? La historia recién comenzaba

En los días previos, mucho se hablaba del duelo aparte que iban a sostener los entrenadores, sumándole un nuevo episodio a su larga lista de polémicas y desencuentros. Carlos Bilardo y Juan Carlos Lorenzo se profesaban un importante encono personal, más allá que el simplismo que etiqueta a la gente en este deporte los colocaba, imaginariamente, en el mismo bando del resultadismo. La puja se inició en ocasión de tener que enfrentarse el Boca del Toto con el Deportivo Cali del Narigón, en duras batallas de Copa Libertadores a fines de la década anterior, con pirotecnia verbal y todo el menú de artimañas para sacar ventajas, que tan bien conocían uno como otro.

El doctor Bilardo lo dejó en claro en ese momento: “De Lorenzo no me hablen más. Para mí, ese señor está muerto. Los que me conocen saben que yo nunca hablo de nadie y menos de colegas. Si una cosa aprendí fue a callarme la boca y bancarme lo que venga, pero este hombre, lo repito, para mí, murió hace tiempo, desde que me puso al país en contra diciendo que yo era un técnico colombiano. Eso es bajo, bien de una persona como él y por eso es mejor no hablar más”.

El polémico Estudiantes vs Velez
El gol del Tata Brown en la reanudación

A falta de dos fechas, Estudiantes aventajaba solo por un punto a Independiente, en una disputa muy pareja que ambos llevaban desde hacía un par de meses. En esa recta final, estaba claro que el único con reales chances de poder sacarle puntos al cuadro de La Plata era Vélez, hecho que le había dado un mayor relieve aún al match. El Fortín contaba con un muy buen plantel, donde estaban entre otros, Carlos Bianchi, Norberto Alonso, Nery Pumpido, Carlos Ischia, José Luis Cuciuffo, Pedro Larraquy y Jorge Comas.

Lejos de aquellos resplandores de las copas que emborracharon de fútbol a sus hinchas de la mano de la conducción de Osvaldo Zubeldía, Estudiantes había pasado varios años en la intrascendencia, naufragando en la mitad de tabla, con un mínimo y espaciado atisbo de pelea por el título (Nacional 1975) y un breve, pero sufrido coqueto con la zona baja de la tabla (1981). La parábola futbolera del regreso del hijo pródigo, llamado Carlos Salvador Bilardo, obró en dirección de recobrar la memoria. Estuvo cerca en el Nacional del ‘82 y el siguiente torneo, lo mostraba a las puertas de la gloria, con la solvencia del Tata Brown, el trajinar de Miguel Russo, los goles de Guillermo Trama y Hugo Gottardi y el fútbol soberbio que regalaban los pies de José Daniel Ponce, Marcelo Trobbiani y Alejandro Sabella.

Miguel Lemme era parte de ese plantel de Estudiantes que estaba llamado a quedar en la historia y evocó los momentos vividos aquella en noche: “En el banco de Vélez estaba Juan Carlos Lorenzo, siempre muy especial. Antes de empezar el partido, Marcelo Trobbiani estaba calentando y se fue acercando hasta ese lugar. De pronto, le amagó con darle un pelotazo al Toto, que se asustó y se tiró para atrás. Como estaba en el otro banco, me acerqué y le dije: “¿Qué pasó que casi se cae?”. Me miró y respondió: “Nada, no pasa nada”. Fue apenas algo gracioso en medio de un ambiente pesado y con clima de final.

Los primeros 45 minutos fueron en la tónica esperada, con Vélez apostando a la contra y con la marca implacable de Juan Cabrera sobre Alejandro Sabella, orillando el límite del reglamento, con una incontable cantidad de faltas, que en los tiempos actuales lo hubieran depositado rápidamente en los vestuarios con tarjeta roja. La impotencia de los locales, anulado su principal fuente de juego y la conformidad de la vista, con ese empate que le daba lo que había ido a buscar. Escasas situaciones de gol, fin del primer tiempo y comienzo de la otra historia…

El polémico Estudiantes vs Velez
Miguel Russo, junto al arquero Juan Carlos Delménico, festejan con los hinchas después del triunfo

El pibe estaba listo para ver el segundo tiempo, cumpliendo el rito de tener la radio pegada al oído, como le había enseñado su papá, para ir pasándole los datos del partido de Independiente. Las noticias que llegaban desde Avellaneda no eran alentadoras, porque en ese momento del entretiempo, los Rojos vencían a Talleres 2-0 con goles del Puma Morete y quedaban iguales en las posiciones. El chico vio como los jugadores de su querido Estudiantes salían al campo de juego, pero no así los rivales. “Parece que pasó algo en el vestuario” le comentó al padre, pasándole la portátil, al tiempo que ambos observaban como Bilardo y el Tata Brown desandaban la escalera del túnel.

Miguel Lemme estaba listo para ingresar, iba a ser un cambio para ese segundo tiempo que no se disputaría ese día y así lo recordó: “Yo sabía a la perfección lo que tenía que hacer cada vez que estaba en la cancha, porque escuchaba bien lo que me decía Bilardo. De pronto nos avisaron que había explotado un petardo en el vestuario de Velez. El recuerdo que tengo más claro de ese momento es que el Beto Alonso jugaba para ellos, estaba completamente aturdido y nos decían que no podían salir a la cancha, porque no estaban en condiciones por el humo y el estruendo. Nosotros creíamos que se iba a reanudar enseguida, pero la cosa se fue dilatando mucho hasta que finalmente se disputó como dos semanas más tarde”.

Al llegar a la zona de los camarines, el doctor interrogó al árbitro Claudio Busca, porque ya la demora superaba los 10 minutos. Recibió como respuesta que Vélez no se presentaba a disputar el segundo tiempo por las agresiones recibidas. El informe del juez contenía este texto: “Siendo las 21:58 se escuchó desde mi vestuario cuatro grandes estampidos de petardos, llenando de humo el vestuario visitante. Ante esta situación, el capitán de Vélez, Pedro Larraquy, toma la decisión de retirar el equipo. Certifica y ratifica lo dicho el secretario del club, Horacio Rodríguez”.

Por dos pequeñas ventanas que daban a la vereda que pasaba por debajo de la tribuna cabecera, lugar habitual de la hinchada local, fueron arrojados cuatro petardos que causaron un gran estruendo, llenando rápidamente de humo una sector pequeño y poco ventilado. Dos futbolistas fueron los más perjudicados: El Beto Alonso, aturdido y con escasa capacidad auditiva y Pedro Mastromauro, con irritación ocular. En un puñado de minutos, sin consultar con nadie, Vélez tomó la decisión de retirarse, quedando todo a merced del tribunal de disciplina, que pasó a ser el árbitro de la definición del torneo, porque Independiente venció a Talleres 3-1 y quedó momentáneamente en la punta. Mientras esperaba para ser entrevistado por una radio, Bilardo escuchó a Mastromauro decir que ya estaba repuesto y que no tenía nada, porque el doctor del club lo había curado rápido. Cuando fue su turno ante el micrófono, el Narigón no dudó: “A ese médico que lo curó en un minuto y medio, hay que contratarlo enseguida porque es un fenómeno”. Todos desconfiaban de todos, pero más que nada Bilardo de Lorenzo y viceversa.

El polémico Estudiantes vs Velez
La ventana del vestuario visitante por donde arrojaron petardos

Al campeonato, comenzado a mediados de julio, post Mundial de España, le había quedado corto el calendario del ‘82 y por ello se estipuló concluirlo a comienzos del ‘83. Después de este incidente, se hizo aún más extenso, porque ambas instituciones hicieron sus descargos ante el tribunal de disciplina, que por 6 votos contra 3 falló en favor de la continuidad del partido, en medio de febriles días llenos de rumores. Se estableció como fecha el viernes 11 de febrero (13 días después del original) y para el lunes 14, los dos cotejos que definirían al campeón, ambos en Córdoba: Talleres recibiendo a Estudiantes y Racing a Independiente.

Federico D´Elía es reconocido por ser uno de los mejores actores argentinos y también por su pasión por Estudiantes de La Plata. Aquella campaña del ‘82 fue la primera que vivió con intensidad, viendo a su equipo pelear por un título. Así recordó en diálogo con Infobae aquel histórico cruce con Velez: “Tenía 16 años y el día del partido estaba de vacaciones en la costa, por supuesto que escuchándolo por la radio y siguiendo esa extraña situación que se dio con la suspensión, después del petardo que rompió los vidrios, en aquellas viejas canchas, donde pasábamos por la puerta de los vestuarios y hasta podíamos ingresar si queríamos. Era muy joven y completamente inconsciente del clima de duelo que había entre Bilardo y Lorenzo, porque me fijaba mucho más en el fútbol en sí que en estos detalles más periféricos. Luego entendí quienes eran y que se habían cruzado fuerte unos años antes por la Copa Libertadores. Los días hasta la reanudación los viví con mucha ansiedad, porque, además, ya estaba de vuelta y sabía que iba a estar presente. El clima que se vivía en Estudiantes era que estábamos solos contra todos”.

Llegó el viernes 11 y allí estaba ese chico, desde muy temprano, listo para cumplir el rito de ir a la cancha con el papá. Como era un día laborable, se acercaba la hora de salir, pero el padre no regresaba del trabajo, hasta que escuchó ese sonido mágico de las llaves en la puerta. El pibe vio como él se cambiaba rápido, lo tomaba de la mano y arrancaban. Pero en la puerta su viejo lo interrogó: “¿Tenés la radio?, a lo que respondió: “No, porque Independiente ya jugó”. Con cariño y comprensión, pero sin alejarse un milímetro de las cábalas le dijo: “Agarrala y llevala igual, que nos trae suerte”.

El famoso laboratorio de Estudiantes. Aquella historia que comenzó con Osvaldo Zubeldía en los gloriosos ‘60, había regresado, ahora con el Narigón al comando del barco. Y esa reanudación tan trabada y luchada, pese a tener un hombre de más por la pronta expulsión de Cabrera, se pudo abrir gracias al trabajo de una pelota parada, como lo evocó Lemme: “La jugada del gol del Tata no la habíamos trabajado una o dos veces, sino como 2000 (risas). Pero con todas las variantes. El Bocha Ponce se preparaba y tiraba al primer o segundo palo, y los que cabeceaban lo hacían al arco, o la bajaban a la derecha o izquierda. Con Carlos podíamos pasar muchas horas de una sola práctica solo abocados a la pelota parada. Junto con Hugo Gottardi y Guillermo Trama, el Tata era uno de los cabeceadores fuertes que teníamos. Y una vez más dio resultado lo que tanto habíamos practicado”.

El polémico Estudiantes vs Velez
El Beto Alonso aturdido en el vestuario

Para Federico D´Elía, esa noche también ingresa en el selecto álbum de los recuerdos imborrables vividos en una cancha por una circunstancia especial: “La reanudación fue tremenda, porque era definitorio para el título y la cancha explotaba, en un partido chivisimo contra un Vélez bárbaro, lleno de muy buenos jugadores. Estoy casi seguro que fue la primera vez que fui a la tribuna a donde no iba nunca, la de 57. El gol del Tata Brown fue apoteótico y me dejó una imagen increíble: fue la clásica jugada preparada, de las tantas que tenía el equipo y cuando se produjo, la tribuna se vino abajo en la típica avalancha y no se si será el recuerdo que todo lo magnifica y agranda, pero lo concreto es que allí había unos árboles que daban sobre la popular y tengo la sensación de haber quedado agarrado de una rama de ellos y no me caí de casualidad. A partir de allí fue una verdadera fiesta y no se si sentí que ya teníamos el título, pero estábamos muy cerca, sobre todo por como se había dado ese partido y la sensación que daba el equipo, de poder reaccionar y sobreponerse a todo, más allá de lo bien que jugaba. Fue como empezar a sentirme campeón”.

Para Lemme, su paso por el club de La Plata y haber integrado ese plantel, es una marca imborrable: “Yo hablaba mucho con Bilardo, ya que él me había pedido para Estudiantes sin que nos conociéramos. Las concentraciones eran muy largas y Carlos charlaba con los distintos grupos, pero a mí me llevaba siempre y participaba en cada una de ellas, ya sea con los defensores, los mediocampistas o los delanteros. Fue una persona importantísima en mi vida y por eso seguimos siendo amigos hasta el día de hoy. Aquel fue un grupo extraordinario, con un presidente de lujo como Raúl Correbo y con el maestro Carlos Bilardo a la cabeza, el mejor de toda la historia. Estudiantes es muy grande y nosotros, en aquel plantel del 82/83 aportamos nuestro granito de arena”.

El lunes 14 de febrero, en el estadio mundialista de Córdoba, superó a Talleres por 2-0 y dio la tan ansiada como merecida vuelta olímpica, que también marcó la despedida de Bilardo, quien se marchó con destino de selección, para disfrutar, tres años y medio más tarde, de la gloria en México. Para muchos, aquel Estudiantes 1982/83 fue el laboratorio donde el doctor hizo sus estudios, elaboró diagnósticos y sacó conclusiones. Que fueron de las mejores, ya no solo para su amado Estudiantes, sino para todo el pueblo futbolero argentino.